EL CONSUMISMO
¿Qué es el consumo? Es la acción y efecto de consumir o gastar todo tipo de productos.
En términos económicos se entiende por consumo la etapa final del proceso económico, especialmente del productivo.
El consumo, por lo tanto, significa satisfacer las necesidades presentes o futuras.
El consumismo por otra parte es la acumulación, compra y consumo de bienes y servicios considerados no esenciales. El consumismo idealiza sus efectos y consecuencias asociando su práctica con la obtención de satisfacción personal incluso de la felicidad personal.
Orígenes del consumismo:
Hasta principios del siglo XX, la mayoría de la población satisfacía las necesidades o deseos con los medios propios, y compraban sólo lo necesario que no podía producir uno mismo. No era fácil acceder a bienes materiales, por esto los objetos se hacían durar lo máximo posible. La economía funcionaba sin consumo tal y como lo entendemos hoy.

El problema ya no era producir, ahora era vender. Para potenciar la demanda era necesario un cambio “psicológico” o cultural en la sociedad: lo “normal” no tenía que ser ahorrar, sino consumir. Con la ayuda de la publicidad, la utilidad funcional de los productos dejó paso a la diversidad de modelos, la obsolescencia planificada (hacer los artículos poco duraderos a posta), la sucesión de modas estéticas, el valor de los objetos como símbolos pasaron a ser cosa cotidiana en la vida de los consumidores.
Tipos de consumo:
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Consumismo y desigualdad |
Justo: está relacionada con el “comercio justo” que es una forma alternativa de comercio promovida por varias ONGs y varios organismos que promueven una relación voluntaria y justa entre productores y consumidores.
Responsable: por consumo responsable se entiendo a la elección de los productos y servicios no solo en base a su calidad y precio sino también por su impacto ambiental y social y por la conducta de las empresas que los elaboren.
Racional: el consumo racional se basa en consumir teniendo en cuenta los costos y beneficios que le aportan la compra de cada unidad adicional de un bien.
Irracional: el consumo irracional es la “compra compulsiva” por capricho que no responde a las necesidades del individuo.
Conclusión:

¿Necesito lo que voy a comprar? ¿Quiero satisfacer un deseo?¿Cuánto lo voy a usar? ¿Cuánto me va a durar?¿Puedo vivir sin él? ¿Voy a poder mantenerlo/limpiarlo/repararlo yo mismo? ¿Tengo ganas de hacerlo? ¿Lo puedo conseguir a mejor calidad y menor precio? ¿Cómo me voy a deshacer de él una vez que haya terminado de usarlo? ¿Está hecho con materiales reciclables?¿Te has informado de quién y cómo se ha realizado el producto?
Si eres capaz de responder coherentemente a todo eso, significa que consumes responsablemente.
Obsolescencia programada:
La obsolescencia programada es la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo tal que tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto o servicio, éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible.
Sus orígenes..
Se cuenta que la bombilla fue la primera víctima de esta técnica. En 1881 Thomas Edison desarrolla una bombilla que tenía 1.500 horas de vida útil. Años después, en 1924, el trabajo de investigación de los científicos prolongó su tiempo de uso hasta las 2.500 horas. Un año después se constituyó el conocido como "comité de las 1.000 horas", un cartel de fabricantes de bombillas que pretendía controlar la producción mundial de esta mercancía. El comité fijó la duración máxima de estos objetos en 1.000 horas para asegurarse una demanda alta de por vida. Los fabricantes que se desviaban de los objetivos marcados eran multados. Este es el primer ejemplo que se conoce de obsolescencia programa aplicada a gran escala.
El concepto aparece por primera vez en una obra de Bernard London, un comerciante norteamericano que propuso esta técnica para salvar las dificultades de la Gran Depresión de los años treinta incentivando el consumo.
Consecuencias:
De ahí surge la preocupación por los RAEE, residuos de aparatos electrónicos y eléctricos. Greenpeace Argentina está hace unos años luchando por la correcta gestión de la basura electrónica. Tiene una campaña dedicada a eso y un proyecto de ley. La idea es que las empresas reciclen, reutilicen y recuperen materiales bajo el principio de la Responsabilidad Extendida del Productor. Esto significa que el fabricante es el responsable legal y financiero de estos productos durante el ciclo de vida completo, desde que se fabrica hasta que se vuelve obsoleto.
Comprar, tirar, comprar, tirar. La obsolescencia programada y la publicidad que nos invita a consumir productos que en realidad no necesitamos son la base sobre la que es apoya la economía mundial actual. Pero lo que pasa es que este sistema no es sustentable en el tiempo porque la tierra tiene recursos finitos. La otra cara de este lucro económico inmediato de las empresas son las consecuencias medio ambientales que esto genera. Pensemos en la cantidad de celulares, televisores, electrodomésticos, computadoras, etc... que son reemplazados cada año. Este sistema de producción contamina aire, suelos, agua y todo eso nos termina afectando a nosotros.
Para la industria, esta actitud estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar nuevos productos de un modo artificialmente acelerado si desean seguir utilizándolos.
Y en cuanto a lo ambiental los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) contienen materiales que pueden ser recuperados, evitando la explotación de nuevos recursos naturales, y otras que pueden ser contaminantes, de manera que, si no son tratadas adecuadamente, pueden resultar dañinas para el medio ambiente. Los elementos electrónicos de los que estamos hablando contienen materiales tan contaminantes como el plástico, polipropileno, baterías de plomo, etc
Posible solución:
Una solución posible a este gran problema mundial seria primero hacer una gran estandarizacion industrial mundial o por lo menos local para así poder hacer productos duraderos y sacar una ley de renovación de productos que obligaría al cambio y devolución de productos en una cantidad de tiempo y las empresas podrían reutilizar los componentes estandarizados mundialmente.
